Siento que hoy la hoja de papel no alcanza a la rapidez de lo que fluye de mí. Se agolpan pensamientos y muchas otras sensaciones y emociones en mi interior, que lejos de querer explicar y analizar solo quiero sentir. Porque adentrarme con una lupa solo hace que esa sensación se haga más profunda, que cole más hondo. No voy a hablar de los dolores, ni de los espasmos, ni de lo que falta, incluso ni de lo que sobra. Solo quiero fluir por el teclado. Sentir como esa energía contenida se vierte en este contenedor, sin fin o meta aparente. Cantar libera también. Mi voz solo quiere salir. Una mujer en círculo de ayer, Sol, me regaló su piedra. El gesto me pareció increíble y me llenó de amor. El sentido del deber me hizo pensar si debería también pasar mi piedra, pero me pareció que no era el momento si la sensación de hacerlo nacía de ahí. Me dijo que a ella le ayudó a liberar su garganta, y la tomé con cariño, la dejé con la energía de la luna llena de anoche y hoy la intencioné y me la puse.
Qué difícil es dejar que el fluir se abra paso. Sin pensar, sin meter a la mente racional. Siento la necesidad de conectar con mi todo. Ayer cuando volvía de semejante encuentro, observaba la tensión creciendo en mi cuerpo, y como me sentía al entrar en un espacio con una energía tan distinta, tan masculina. Y ví mi luz apagarse, vi mi brillo opacarse, sentí todo el cansancio venido a mí de una, cuando caminar por la noche fresca me había hecho sentirme tan viva minutos antes. Y Miguel me pregunta, ¿qué te hace reprimirte? ¿Qué de esta energía masculina es lo que te genera minimizar? Y creo que tiene que ver con la constante tensión de pensar en el otre, de vivir, como mujer, pensando en el otre. En cómo se siente, en si le falta algo, en si hay algo que no le va a gustar, en no excederme. A la vez siento que cuando sí brillo, su interés desaparece. Como que se interesa en mí cuando estoy bajón, y por ende eso le preocupa, pero cuando estoy feliz y cantando es como que el está muy en la suya y no registra nada más, no le sale acercarse. También siento que me saca el aire. O más bien, no me lo saca, yo se lo doy. Como si volara en nombre de los dos.
Dicho todo esto, entiendo a la perfección que esto es tan solo un espejo muy pero muy cristalino. Que todo lo que él me genera es un conflicto interno. Puedo cambiar mi mundo externo pero lo que subyace va a seguir apareciendo. Anoche lo sentía abrirse de brazos y moverse por la cama como si estuviera solo, y entendí, que lo que me hace doler y angustiar es eso, es esa individualidad irrenunciable y mi incapacidad de hacer lo mismo. De dejar de vivir por los demás y vivir por mí. Cultivar y alimentar mi sol interno y brillar donde sea y como sea, y que los demás tengan que aceptarme como soy. Lo que observe que quiera cambiar, porque no me sienta bien, hacerlo, pero sin dejar de ser yo. Y de la misma manera, dejar de pedirle al otre, a él, porque no se lo pido a nadie más, que sea alguien que no es. Quiero aceptarme completamente en mi individualidad, y no perderla cuando estoy con los demás, no perderla por querer complacerlo a él, por querer ser lo que a él le cae bien, aunque sienta que no me da bola cuando brillo, o cuando hablo de algo que sé que a él no le gusta, sentirme en completo poder de esa valoración y aceptación. Que no me importe nada. Que no me dé miedo nada. Ser, y punto. Y de ahí, tan solo crear.
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