Dualidad al vuelo

 La dualidad brotaba por doquier. Yo tomé la piedra Yin Yang que había traído de Bari. 

Me conecté con la oscuridad. Con la luz. Y sentí como esa dualidad empezaba a ser menos delimitada, y los colores se entrelazaban; saliendo de la forma de la luna, las llamas. Vivas, cálidas, de pura energía. Llevaban en sus puntas una negrura característica. Durante el baile se volvió más claro, en lugar de limitarme y encorsetarme la oscuridad puede y es fuerza de impulso. Fuerza transformadora y generadora. Sentí un desprendimiento y un resquebrajar en el baile, y de ahí tan solo el calor fluir.

Me bañé, flashando miedo de que "entraban" en plena ducha. A robar, a buscarme, simplemente a entrar. Respiré y acompañé mi miedo con confianza, con decisión. Sin desterrar, sin soltarle la mano, permitiéndolo ser, pero transformándolo en impulso para lo que suma. Con lo que me resonaría como mantra frente a toda energía: que no sea ancla, sino viento.