Dec 9, 2022

Mirta a la mañana

 Dos pájaros se sientan sobre un cable grueso. Son las 9 de la mañana y ellos cantan de felicidad al nuevo día, aunque este haya empezado hace varias horas. Mirta los escucha. El cable pasa justo por arriba del ínfimo patio trasero y se extiende como una flecha en dirección al centro de la cuadra. Me pregunto qué tan lejos llegará, qué tipo de servicio abastece. Energéticamente hablando, ¿sentirán alguna diferencia en este respecto cuando se posan esos dos seres vivientes en su estructura? En especial dos cantantes.

Mirta deja de tomar agua del balde para mirarlos atentamente. En parte esto me alegra, porque esa agua lleva estancada vaya uno a saber cuánto. Me gustaría tirarla, pero no es mi casa. La melodía me llama otra vez y separo los ojos de mi cuaderno. No me molesta demasiado, las morning pages no están fluyendo tanto últimamente.

Mirta se concentra en los pájaros que siguen charlando entre sí, mostrándole sus panzas resplandecientes de un tono blanco hermoso. Me pregunto si desde su posición y ángulo él puede ver más allá de sus vientres. Por uno de los extremos -de lo que debe verse como unos óvalos peludos de luz- se extiende lo que pareciera imitar una tijera con hojas anchas y negras, de puntas muy afiladas que se mueven delicadamente y se tocan entre sí, a medida que las cajitas musicales bailan sobre la línea negra. Esa línea negra que tiembla, pulsante, sobre un piso -¿techo?- mantel azul claro. Es un día despejado, por lo que no se podría confundir al cielo con un lago, ni con el fondo de una pileta, ni con el reflejo del balde. 

Mirta sigue atento y mueve la cola, armando figuras indescriptibles para el ojo ajeno. El suave fluir de esa vértebra me hipnotiza, me da intriga saber. Esta obsesión por el razonamiento y el dar un por qué a las cosas. El vaivén de esos pelos erizados me traen de vuelta y me recuerda lo que ambos estábamos mirando. Cuando levanto la mirada, los pájaros no están más, si bien aún se escucha su suave canto, que bien podría pertenecer a otra colectividad, no sé tanto de pájaros. Me quedo mirando ese espacio. Perdida en el contraste de esa línea negra sobre la eternidad azul. Texturas empiezan a moverse y brillar tornasoladas en la representación etérea y hasta abstracta de la consciencia infinita, sin principio ni final. Extendiéndose más allá de lo que el ojo humano puede ver. 

Me pregunto si Mirta podrá ver algo más que yo. Lo miro. Él sigue moviendo la cola y mirando hacia arriba. Quizás la movida nunca fue acerca de las aves. Quizás los gatos sean más existencialistas de lo que imaginamos.

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