Dec 7, 2022

Cuadernos



 Estoy observando recientemente al abrir muchos -o dos- libros -o tres más bien-, cómo, sin si quiera ejercer demasiada presión o brutalidad, quedan expuestas las costuras, las entrañas de la encuadernación, lo que mantiene al libro unido y lo separa de ser simplemente un pilón de hojas enumeradas. En una de estas ocasiones, en la que la encuadernación estaba hecha de pegamento, por lo que no me atrevería a llamarla costura, se soltaron por completo varias páginas, en varios rincones del libro. ¿Qué será sobre esta exposición? Sobre este desarme natural, dado por tantas posibles causas, o incluso, más probablemente, por una concatenación de ellas. Si coloco las hojas entre sus vecinas, para quedar apretadas y que así se mantengan en su lugar, el resultado, en parte desmembrado, ¿sigue constituyendo un libro? ¿O acaso el libro pasa a ser el contenido restante que aún es sostenido, el cual acabará por contar otra historia? Con ahora múltiples incógnitas y escenas inconclusas. Pero pienso, ¿qué es esa necesidad de conclusión más que un efecto secundario de la búsqueda constante por el control? De que no se desarme, de mantenerlo junto, de priorizar la entereza. ¿No será mejor dejar que caiga lo que se soltó e intentar no enloquecer por los signos de interrogación que poblarán lo que queda?

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